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miércoles, 30 de noviembre de 2016

Abogados del diablo legislativo

Copio un estupendo artículo aquí debajo. Un amigo animando a otro que camina cabizbajo por el foro de la injusticia. Y es que el problema muchas veces no es ganar ni perder sino obedecer una Ley injusta e ilegitima en el teatro de la justicia...


Artículo a continuación de la fuente:
El rincón jurídico de José R. Chaves
         
Ayer me tropecé con un amigo abogado en la calle. Cabizbajo y con gesto serio. Le pregunté cómo le iba y me confesó que a sus cincuenta años estaba a punto de arrojar la toalla de la profesión. Que acababan de inadmitirle un recurso de casación ante el Supremo, que la Sala le había desestimado la sentencia original sin haberle aceptado las pruebas y además él estaba convencido, no solo de tener razón de fondo, sino que el cliente estaba enfadado con él y se negaba a pagarle. Por si fuera poco, el cliente era pariente próximo y mi amigo se veía con la reputación hundida.
Para más inri, llevaba una racha de varapalos judiciales de corte similar, y los pagos fijos del bufete le ahogaban.
Intenté consolarle con los viejos tópicos. Que….
Que todo cambiará.
Que ganar o perder es la grandeza y miseria de la profesión.
Que es notorio y estadísticamente demostrable que un elevado porcentaje de los pleitos se deciden por cuestiones y circunstancias completamente ajenas a la pericia de los abogados.
Que se notaba que la economía se dinamizaba y la administración arrancaba con el gasto, que el urbanismo despertaba, que las oposiciones se convocaban, que las subvenciones se incrementaban… y que, en definitiva, un nuevo semillero de pleitos se oteaban en el horizonte.
Le insistí en que un puñado de pleitos no pueden marcar el rumbo de una vida. Le recordé que en la Facultad él siempre era optimista y nos animaba y además que siempre había admirado su esfuerzo y talento jurídico (¡ciertísimo!).
Al final de un montón de argumentos, y palmaditas, y dos cañitas, sonrió y me dijo que lo cierto era que la abogacía era la profesión que le gustaba, que tenía el veneno dentro del reto jurídico, que no sabía hacer otra cosa, y que era mayor para cambiar.
Entonces aproveché para contarle que se acababan de cumplir los 80 años de la muerte del dramaturgo Muñoz Seca, autor de la increíblemente divertida  “La venganza de Don Mendo”, y le conté el diálogo tragicómico vivido instantes antes de su muerte por el genial autor; parece ser que cuando iban a fusilarle en Paracuellos (1936), comentó a sus verdugos:
Podréis quitarme la cartera, podréis quitarme las monedas que llevo encima, podréis quitarme el reloj de mi muñeca y las llaves que llevo en el bolsillo, podéis quitarme hasta la vida; sólo hay una cosa que no podréis quitarme, por mucho empeño que pongáis: el miedo que tengo.
Cierta o no la anécdota, aunque verosímil dada la personalidad del autor, me sirvió para exponerle a mi amigo la moraleja de mantener la grandeza y la lucha ante la adversidad. Hay que ser genio y figura hasta la sepultura. Y no dejar de remar en la inundación y la tormenta.
Aproveché igualmente el aniversario de la muerte de Muñoz Seca para explicarle que los pleitos tienen una dimensión lúdica y azarosa, en que las reglas del juego procesal te santifican si sabes utilizarlas o te condenan, y le apunté que la ciencia del derecho está lastrada como el juego de naipes de las siete y media, así que le recité los únicos versos que conozco de La venganza de Don Mendo, que podrían servir de referencia a todo abogado, mutatis mutandi:
Y un juego vil
que no hay que jugarlo a ciegas,
pues juegas cien veces, mil,
y de las mil, ves febril
que o te pasas o no llegas.
Y el no llegar da dolor,
pues indica que mal tasas
y eres del otro deudor.
Mas ¡ay de ti si te pasas!
¡Si te pasas es peor!
 
En fin, aquí está la escena de vídeo donde se despacha el juego de las siete y media en la genial obra de Don Mendo, y nos provoca la sonrisa el actor José Sazatornil. Al menos mi amigo, se fue tranquilo, con la cabeza alta y dispuesto a seguir luchando en el foro. Algo es algo.

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